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Cómo funciona el inconsciente adaptativo.

Publicado por Miguel Carrión el 16 Abril 2007 9:38 en Innovación, Emprendeduría | 4 Comments

 “El alma está en los ojos de la mujer a la que miras” dice Roald Hoffman, poeta y premio Nóbel de Química (1981), en una entrevista en La Vanguardia. O sea, que para llegar al alma, hay que observar, mirar… ¡y lo dice un químico!

El alma, aunque intangible, es interpretada por nuestra mente como una sensación tangible. Su nanocomposición debe tener alguna consistencia, pues el cerebro siempre acaba en algo, sea químico, eléctrico o hasta en algún tipo de energía aún por descubrir.

El inconsciente adaptativo o inconsciente cognitivo es donde reside nuestro universo interno, donde se almacena todo lo que capta nuestro sistema emocional. Y si encima, es a través de la visión, resulta mucho más sencillo de captar. En el caso de Hoffman esta clarísimo.

El cerebro almacena datos de forma consciente o inconsciente. La forma de utilizarlos, depende de nosotros, bien queramos mantenerlos u olvidarlos. También influye el saber recuperarlos de nuestro almacén de la memoria, o al menos, ser conscientes de la posibilidad de hacerlo.

Cuando hablamos de la necesidad vital tanto en las empresas como en la sociedad de transmitir el conocimiento, y la persona en cuestión acepta hacerlo, simplemente por esta predisposición, su cerebro inicia un ordenamiento de los datos para ofrecerlos, actuando como sujeto comunicador. Si esta labor es fruto de un colectivo, el resultado es disponer de un activo de datos que afloran para un fin determinado.

Tanto en las negociaciones face to face, como en las recomendaciones de padres a hijos, es fundamental captar en qué situación cognitiva se encuentra el sujeto oyente y la predisposición de su inconsciente adaptativo, para entender lo que intentamos transmitir y que acepte nuestro mensaje. No hay que saber mucho para entender que, en ocasiones, quien te acepta o te rechaza es la mente del oponente.

Malcolm Gladwell, en su libro “Blink”, comenta además que podemos hacer todo este proceso en dos segundos, o sea, en un plis plas. Aceptamos o descartamos un dato rápidamente si estamos preparados y ejercemos con tesón nuestra capacidad cognitiva. Decisiones que, por su frescura, tienen más posibilidades de ser las acertadas que aquellas a las que le damos demasiadas vueltas

Si nos fijamos en el origen de las buenas ideas, es fácil animarnos a pensar que han surgido de forma espontánea, en el ambiente adecuado y como consecuencia de un trabajo insistente en un ámbito, actividad o investigación específicos.

¿La fórmula? Estimular nuestra capacidad mental para obtener respuestas con pocos datos, como un Visual Back Office de nuestro cerebro.


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