Hay distintas versiones de cómo considerar la mente en su biología de la memoria. Para explicar las capacidades y complejidades los psicólogos evolutivos creen que esta en los programas genéticos innatos. Otros consideran la mente más como un solucionador de problemas de uso general que como un conjunto de destrezas especializadas. Los darvinianos y su psicología evolutiva, afirman que no podemos entender la mente del todo si no adoptamos una perspectiva evolutiva, dicen que la mente consiste en una serie de capacidades especializadas que aparecen cuando hay que resolver problemas específicos planteados a lo largo de la evolución, priorizando que la selección natural es el mecanismo del complejo diseño de la mente.

En la mente está la memoria en forma de pensamientos. Es el momento de “echar mano” a esos pensamientos almacenados para que fluyan y cambien el sentido de la economía para no repetir los mismos errores. Los sesgos de los errores cometidos por tantas personas inteligentes en el colapso del mercado subprime, están ahí en la memoria de los protagonistas. Conocida la respuesta podemos predecir dos alternativas. La primera es que nosotros los ciudadanos de a pie, sí, podemos ayudar en la solución y la segunda que no depende ni cuentan con nosotros. Esperar a que “todo depende de lo que suceda” es aberrante para la inteligencia humana que aspira al progreso de la sociedad.

… “lo menos importante de esta crisis es lo económico”. Y que, fundamentalmente, de esta situación saldríamos si, además de arreglar lo financiero, arreglásemos a las personas” dice Leopoldo Abadía en sus conferencias. Efectivamente no habrá cambio en la situación, si los profesionales que han errado en ejercicio de su profesión no “tiran de su memoria” y rectifican su modelo mental, con el que tienen que elaborar esas nuevas soluciones. Debe de producirse una evolución mental en dichos ejecutivos, para que quede arraigada en las siguientes generaciones, y no repetir una subprime II.

Las grandes empresas son los artífices del neoliberalismo económico, anticuado pero vigente, que propugna a diferenciación social entre los consumidores fidelizados por las multinacionales y el resto de mortales sin oportunidades. Pero esto ahora ha cambiado con la globalización. Los mercados ya no se autorregulan y compensan controlados por unos pocos. Flujos de recursos mercantiles emergentes han creado una nueva e imparable situación de desequilibrio (las dos primeras generaciones de “tigres asiáticos” y una nueva tercera en gestación que se prevé tremenda). Ya no es valido que las empresas sean el centro de atención como promulga el neoliberalismo “lo que es bueno para la empresa es bueno para todo”. El dolor recibido por la crisis, prioriza evolucionar de economía neoliberal, están las personas y estas son las que deben de cambiar como apunta Abadía.

Los ejecutivos y accionistas son los artífices del caos económico, las empresas en si no son nada, son las personas que tomas decisiones en las mismas. El consumidor ya ha empezado a cambiar para varias generaciones, (ni el márketing, ni la publicidad pueden dar empleo), la lección esta siendo aprendida. Ahora el mercado ya no abastece con lo que las empresas (y sus marcas), con aquello que les reportaba mayor beneficios, siendo los entes más poderosos del mundo, imponiendo emocionalmente el consumo. Ha sido un error actuar en esta espiral de productos (hoy, muchos prescindibles). Volver a los productos primarios en alimentación, complementos y servicios que reporten beneficios a las economías sociales y no al neoliberalismo salvaje.

Todo será posible si los ejecutivos y accionistas que controlan el dinero en el mundo, recompogan su modelo metal y para ello deben de reinventase, analizando lo que ya empieza a aceptarse como “error del sistema económico neoliberal” para solo gestionar beneficios para el “tótem empresarial”. Que los ejecutivos se replanteen no jugar con la egoeconomía de las personas, como si se trate de un mundo paria que no merece ningún respeto.

En la memoria tenemos los errores cometidos, la inteligencia los debe de positivizar.

Foto: Cedida por el Museo Egipcio de Barcelona