B_Antonio 027_r Para las personas que su objetivo profesional está en ser parte de una organización y no la de ser un emprendedor y creador de una propia, lo que piensen de él los demás integrantes es fundamental para ser aceptado o descartado por el conjunto social. En el mundo de la psicología se define como: “La autoestima depende en cierta medida de la opinión que emiten sobre nosotros las personas que nos rodean”. Ahora bien también, a mi entender hay otro concepto muy distinto y es cuando uno decide ser emprendedor e innovar y romper con los cambios, criterios y normas. Entonces la opinión de los demás, si la asume el sujeto valida para formar su autoestima limita su capacidad de crear y puede abortar su ingenio innovador. En este caso la autoestima, podríamos denominar como: ego-autoestima. Vaya de forma directa, lo que dicta la conciencia de cada uno y no la suma de las opiniones de los demás. En tiempos difíciles en las empresas como los de ahora, hay que decidir por ser innovador con sus riesgos o conservador, dejando nuestro futuro en manos de los demás. Innovación o conservadurismo, o en definitiva egoautoestima vs. autoestima. Una decisión que puede marcar nuestro futuro profesional.

La economía del conocimiento está cambiando ante la situación de crisis económica social en el mundo empresarial y decidir si uno es parte de una  organización o él mismo es el origen de la misma, son dos metas que para lograrlas requieren actitudes ante uno mismo y los demás, dos situaciones completamente distintas, por no decir en algunos casos opuestas.

Hay consejos de todo tipo para los que decide permanecer e intentar progresar dentro de una organización. Psicólogos como Matt Grawford siguieren que: "jamás decir nada que pueda dañar irreversiblemente lo que otros piensen de ti, porque jamás sabes quién va a ser tu próximo jefe" y se plantean situaciones y circunstancias en las nuevas organizaciones u oficinas del trabajo del conocimiento la responsabilidad individual es difícil de limitar. Esta situación como dice Grawford: "abre el camino hacia nuevos sistemas de manipulación de trabajadores por sus directivos" y "Los directivos se convierten en psicólogos y los manuales de gestión son una subcategoría de libros de autoayuda. También expertos como De Botton sugieren: "mantener la apariencia de ser un empleado del montón es la única manera de garantizar que jamás se vuelve a serlo"; "¡vivir los valores de la empresa!, ¡conectar a lo ancho de la organización! y ¡pasarlo bien!". Ambos proponen ajustase a las leyes de poder en las organizaciones para progresar con el reflujo de la misma si esta progresa, pero la realidad que puedo aportar por mi experiencia que el pasar desapercibido durante demasiado tiempo solo es una autopista a la mediocridad y la vida no da nunca una segunda oportunidad.

La sociedad empresarial que busca la competitividad como su objetivo inequívoco, ha de emplearse a fondo en utilizar la experiencia de la memoria social y evolucionar en ajustar una nueva inferencia social, más allá de la información que tenemos para crear nuevos comportamiento útiles imprescindibles para la nuevas necesidades competitivas obligadas por la globalización y el empuje de otras culturas con el objetivo vital de apropiarse de la oportunidades de los mercados, básicos para la economía de la subsistencia ante hechos contrafactuales [1]. Están sucediendo una serie de eventos que para la mayoría de las personas del mundo empresarial nunca hubiesen imaginado que sucederían, como que los dos valores explotables de la sociedad capitalista: el trabajo y el consumo, y que ahora han dejado de estar activos en la sociedad. Un error sería en aceptar y refugiarnos en al pensamiento necesitarista de Spinoza que como sabemos se fundamenta  en que “las cosas deben de ocurrir necesariamente tal como ocurren”… Hoy no es aceptable y hay que combatir el conformismos empezando por evolucionar de etiquetarse uno con la autoestima clásica que depende de un colectivo, a la valiente “ego-autoestima” que nos debe dar fuerzas para imponerse y cambiar la sociedad del conocimiento, como el principal reto que debe de superar el “emprendedor” del siglo XXI.

[1] Situación nunca acontecida